Continuación de la historia: Lágrimas de sangre.
2
Notaba mi cuerpo tendido en el
suelo, en una mala postura. Sentía un dolor punzante en la pierna derecha y la
boca en mal sitio. La cabeza me daba vueltas y los ojos me hacían lucecitas. El
cuerpo me quemaba y me escocía. Comencé a escuchar pequeños gritos y pasos
apresurados. Sirenas, ruidos y gentío. El sonido fue subiendo de grado como si
se tratara de un altavoz, hasta que llegó al punto máximo en el cual mis odios
explotaron y comencé a escuchar todos los gritos de la gente.
Cuando abrí los ojos vi que me
encontraba metida debajo de un coche, aplastada por él. Estaba totalmente quemada
y magullada. Vi a la enfermera que había estado conmigo a unos tres metros de mí.
Estaba muerta. Tenía la cara desfigurada y el cuello en muy mala posición. Intenté gritar y pedir ayuda pero mis cuerdas
vocales no obedecían a mi cerebro. Tenía la mandíbula rota. Y el brazo roto, me
colgaba de un hilo.
Al parecer todo el mundo estaba igual que yo. Nadie se había
librado. Observé como algunas personas valientes se levantaban con algún miembro
roto y llamaban a gritos a sus familiares. Gritos desgarradores.
Escuché como rápidamente iban
llegando más coches de policía, más bomberos, más ambulancias, más médicos y
más personas sanas con capacidad, ganas y fuerzas de ayudar a los demás.
A los que no estábamos muertos.
continuara...
que historia más triste
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